Lot 27
  • 27

Rufino Tamayo (1899-1991)

Estimate
200,000 - 250,000 USD
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bidding is closed

Description

  • Rufino Tamayo
  • Autorretrato
  • signed and dated 31 upper right
  • oil on canvas
  • 34 by 24 7/8 in.
  • 86.3 by 63.2 cm

Exhibited

Mexico City, Instituto Nacional de Bellas Artes, 45 Autorretratos de Pintores Mexicanos Siglos XVIII al XX: II Exposición del Museo Nacional de Artes Plásticas, Departamento de Artes Plásticas, 1947, pp. 82-83, illustrated
Mexico City, Museo Nacional de Artes Plásticas, 50 obras de Tamayo, II Bienal Interamericana de Pintura, Escultura y Grabado de México, September-November, 1960, no. 3, illustrated

Literature

Robert Goldwater, Rufino Tamayo, New York, 1947, p. 49, illustrated
Ceferino Palencia, Rufino Tamayo, Mexico City, 1950, no. 1, illustrated
Justino Fernández, Arte Moderno y Contemporáneo de México, Mexico City, no. 468, p. 407, illustrated
Paul Westheim, "El Arte de Tamayo, Una Investigación Estética," Artes de México, May-June 1956, illustrated
Paul Westheim, Tamayo: Una Investigación Estética, Mexico City, 1957, illustrated
Armando Nicolau, "La obra de Rufino Tamayo," Síntesis gráfica, January 1968, illustratOd on the cover
Olav Munzberg, "Rufino Tamayo eine Mexicanishe Kontroverse," Bildende Kunst, 1986, illustrated
Judith Alanís, Rufino Tamayo, Una Cronología, 1899-1987, Mexico City, 1987, p. 25
Rufino Tamayo del Reflejo al Sueño, 1920-1950, Mexico City, October 19, 1995-February 25, 1996, no. 3, p. 13, illustrated in exhibition catalogue
Rita Eder, El Espacio y la post guerra en la obra de Rufino Tamayo en XIX Coloquio Internacional de Historia del Arte, Mexico City, 1997, p. 293, illustrated

Condition

This painting has recently been restored and should be hung in its current condition. The canvas is unlined and the paint layer is unvarnished. There is a small reinforcement in the center of the left edge that addresses a small loss in the background that has received retouching. Elsewhere, there are no restorations. The painting is in beautiful state. This condition report has been provided courtesy of Simon Parkes Art Conservation, Inc.
In response to your inquiry, we are pleased to provide you with a general report of the condition of the property described above. Since we are not professional conservators or restorers, we urge you to consult with a restorer or conservator of your choice who will be better able to provide a detailed, professional report. Prospective buyers should inspect each lot to satisfy themselves as to condition and must understand that any statement made by Sotheby's is merely a subjective qualified opinion.
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Catalogue Note

In his self-portrait, Tamayo depicts himself lost in thought and absorbed in contemplation, yet defiant. The artist affirms his ethnicity, and through his steady and unrelenting gaze expresses a strong confidence in better days to come, which he must overcome by cultivating aesthetic values of the most demanding authenticity. There is no narration, nor anecdote, only the construction of a scene, which in its enigmatic and austere iconography proves favorable for the interpretation of each element that composes it, and although it avoids symbolism, it has clear autobiographical references of time and place.

The painting combines elements originating from German expressionism, Mexican pre-Hispanic statues, Picasso's neoclassicism, a surreal mood, certain reminiscences of paintings made by popular artists from Mexico's Escuelas al Aire Libre, and a monochromatic palette inspired by ancient earthenware. Yet, despite these varied influences and sources from which he departed, Tamayo achieved a pristine and balanced unity that eloquently defined his character. In its simplicity, the image of the man portrayed is blunt but empathetic. As a whole, the piece has a dream-like sacred quality and a surprising modernity that succeeds in urgently announcing the qualities of the work of one of the twentieth century's most influential Mexican artists.

Juan Carlos Pereda, art historian, Mexico City

Es el retrato de un hombre joven, vital, lleno de carácter, pero austero, su ropa es la de un campesino u obrero, modesto pero determinado, un lienzo blanco sobre su cabeza, en forma de capucha, lo protege del sol inclemente que ilumina y acompaña la jornada de arduo trabajo, una cerca de adobes cierra el horizonte de donde emerge un tronco de árbol talado: tres ramas bárbaramente truncadas, asoman por sobre la cabeza del joven, haciendo referencia a la devastación de la naturaleza y posiblemente como metáfora de su propia situación; sin embargo un pájaro se posa sobre uno de los sarmientos cegados, tal vez como referencia a la continuidad de la vida, o como alusión de la música. Tengo la impresión de que en este autorretrato, Tamayo expresa su sentimiento de desavenencia y distanciamiento del medio artístico mexicano que dominaba en ese tiempo, pero también al entorno adverso que está viviendo en Nueva York, donde en su segunda estancia, viviría algunos de los episodios más aciagos de su vida, debidos a que el país, en esos días, aún no se reponía del llamado crack bursátil de 1929, y aunque el exigente y exquisito Julián Levy había tomado en sus manos la representación de Tamayo en Nueva York y le había organizado una muestra personal en su galería, las ventas habían sido nulas.

En la imagen de su autorretrato, Tamayo se muestra ensimismado y contemplativo - pero también desafiante- el artista afirma su etnicidad y expresa a través de su mirada fija e insistente una sólida confianza sobre futuros mejores, que deberá conquistar cultivando valores estéticos de la más exigente autenticidad. No hay narración, ni anécdota, sino la construcción de una escena que en su enigmática y austera iconografía resulta propicia para la interpretación de cada elemento que la compone, y si bien no cae en lo simbólico, si tiene claras referencias auto-biográficas del momento y la circunstancia.

La fisonomía que Tamayo quiso fijar de su persona en este autorretrato lo describe como un hombre de fuerte convicción, de impresionante y fija mirada. El artista aparece con una gallardía indígena, que se expresa en sus labios gruesos y sensuales, que contrastan con la obscura piel morena del joven, las cejas son arqueadas y de un dibujo sencillo, la nariz breve y ancha. Perfiló, en esta pintura, con garbo y una gran dignidad las características reciales que lo afirmaban como individuo, pero también como personaje: un indio talentoso. Lo diáfano y certero de su mirada se acoplan a determinadas imágenes fotográficas que se conservan del joven Tamayo, por ejemplo uno de los más conocidos retratos que Manuel Álvarez Bravo realizará del artista en 1926. Este autorretrato fue pintado cuando el artista tenía 32 años y en él expone de una vez por todas una fisonomía acorde a la propia historia que Tamayo quería difundir estratégicamente entre el público, los coleccionistas y dueños de galerías de Nueva York.

Si bien –en ese momento en nueva York- la situación económica era emergente, Tamayo tuvo oportunidad en ese mismo periodo de conocer y cultivar amistad con muchos otros artistas, algunos presentados por Julian Levy, otros encontrados en la vecindad de la vida diaria, entre ellos destacaría la presencia de Marcel Duchamp, con quien Tamayo mantuvo una larga amistad.

Diluido en este cuadro se encuentran elementos estéticos provenientes del expresionismo alemán, de la estatuaria prehispánica mexicana, del neoclasicismo de Picasso, un aire surreal, ciertos recuerdos de pinturas realizadas por los artistas populares surgidos de las Escuelas de Pintura al Aire Libre de México, el color casi monocromo devine de las cerámica prehispánica, y pese a las muy variadas influencias y fuentes de las que ha partido, Rufino Tamayo ha logrado una unidad prístina y equilibrada que terminan por pergeñar elocuentemente su carácter. En su sencillez la imagen del retratado es contundente, pero empatica, el conjunto, algo tiene de onírico, algo de sacro, mucho de sorprendente modernidad que logra anunciar ya con energía las caraterísticas de la obra de uno de los pintores más influyentes del siglo XX en México.